Lampe Berger
Hoy os quiero hablar de mi último descubrimiento. Reconozco que soy una maniática de los olores, me encanta entrar por la puerta y que huela a “mi casa”. ¿Me entendéis, no? El olor, igual que los cuadros que cuelgan de las paredes, por ejemplo, es también una seña de identidad en nuestros hogares. Todavía recuerdo con horror el olor del ambientador del apartamento que alquilamos las vacaciones pasadas. Acabaron todos los “aparatitos” en la terraza, porque no soportaba ese olor tan dulzón y empalagoso. Fue mi amigo Roberto el primero que me habló de las Lampe Berger y de sus maravillas hace unos meses. ¿Conocéis su historia? En 1898 un auxiliar de laboratorio, Maurice Berger inventó esta lámpara para higienizar el ambiente de los hospitales, eliminando bacterias e impurezas. En la primera década del siglo XX comienza a utilizarse en los hogares particulares y a partir de los años treinta se le añade los perfumes, pasando a convertirse algunos modelos en piezas de coleccionista.
Podéis elegir entre una gama amplísima de olores y aunque ésto es una cuestión muy personal, os recomiendo la que yo uso, Echappée à Capri, que es deliciosa. Pero si os pasáis por cualquiera de las tiendas de la Oca comprobáreis que hay una variedad enorme de fragancias.
A mi me encanta el perfume de Cedro del Libano, tiene un olor que me parece estas en un aserradero de madera!
Gracias Raúl por la recomendación, la tendré en cuenta!
Yo tengo la lámpara desde hace años y he probado infinidad de olores. Los que más me gustan son los más frescos, como el Coeur de Pamplemousse, Herbes Folles, Pluie d’Été, y ayer compré Aux Sources du Mékong, a ver qué tal. Por supuesto, el neutro también me encanta. Pero ¡ojo!, ayer me di cuenta de que las botellas no traen la cantidad de líquido que dice el envase. Así que ya he escrito a la casa para que subsanen este error cuanto antes, porque si no…, me quedo sin esta maravilla, pero ¡no lo compro más!